domingo, 1 de abril de 2012

LA MUJER QUE LEÍA CUENTOS A LAS CABRAS


La literatura rusa ha tenido grandes representantes, especialmente en la narrativa. Su origen y sus tradiciones arraigadas hacen que se diferencie del resto de las manifestaciones del continente. Gógol, Tolstoi, Chéjov...

Pero, hacía tiempo que un escritor ruso no se salía del canon dejándonos maravillados con una novela diferente. Ambientada en Chelyabinsk, ciudad que se encuentra situada en la vertiente oriental del Ural, a 200 m. sobre el nivel del mar. Ciudad por la que transcurre el río Miass, estando ésta además bañada por las aguas de un embalse y tres lagos.

Doy estos datos, para encajar la vida de una mujer en una región cercana a Siberia, en el campo, y con la única compañía de sus animales.

Las tardes de un invierno casi eterno, en el silencio de la tundra, la cercanía de un ser vivo cálido, espectante y agradecido, induce a esta mujer a leer. Y a leer en voz alta.

Maravillosa su voz retumbando en el vacío, deslizándose suave sobre las paredes de piedra de su casa, entre las ramas de los alto árboles, dejándose mecer por los Urales.

Y qué mejores compañeras de lectura que esas, las que viven con ella y le proporcionan sustento. Benditas cabras, singulares y especiales.

Pero, claro, este marco aparentemente idílico, es frágil, y cualquiera puede romperlo con facilidad.

¿Quieren saber cómo? lean "La mujer que leía cuentos a las cabras"

"Se me heló la sangre al ver que me faltaba una. La más pequeña, la rubia, la que me espera en la puerta..."

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